Si hicierais una
encuesta a pie de calle preguntando qué rasgos caracterizan al "ser
humano", seguramente la mayoría respondería aludiendo a la "razón",
al "espíritu", al "alma", o a elementos parecidos como aquellos que,
supuestamente, hacen al hombre "especial" y lo diferencian de "los
animales". Algunos, incluso lo colocarían en la cúspide de la
evolución natural como "el ser más perfecto" o "más complejo".
Pero, ¿qué en qué
consiste la "razón"?, ¿no podríamos hablar de conductas "racionales"
en otros animales?, ¿qué se entiende por "alma" o "espíritu"?, ¿es
tan relevante nuestra posición en la naturaleza?, ¿somos más
"perfectos" que la planta que fabrica su propio alimento a partir de
agua y sales minerales?, ¿es más "complejo" nuestro cerebro que el
sistema de sonar de un murciélago, capaz de enviar señales acústicas
constantemente, recibirlas, procesarlas en décimas de segundo y
tomar la decisión adecuada, pero, después de todo, ¿algo nos
diferenciará?, ¿no? Incluso, ¿habrá algo en lo que seamos mejores?
¿Qué tiene que decir la ciencia al respecto?, ¿y la filosofía?
Como vimos al
inicio del curso, la filosofía trabaja con Ideas, esas
"construcciones objetivas" que van generándose a lo largo de la
historia desde muchos frentes (la ciencia, la tecnología, la
filosofía, la economía, el derecho, la religión, el arte...) y que
determinan nuestra manera de organizar nuestra experiencia del mundo
y de actuar en él, a escala individual y colectiva. Pues bien, te
invito a que hagamos filosofía, a que arranquemos el curso con la
Idea seguramente más compleja y más decisiva, aquella de la que
depende en mayor grado nuestra manera de pensar, de vivir en
sociedad, de actuar éticamente, incluso de construir nuestras
expectativas y esperanzas, en definitiva, de situarnos en el mundo:
la Idea de "Hombre"