Cuando Agnes Pockels (1862-1935) terminó sus estudios, las universidades alemanas no admitían mujeres y, cuando sí lo hicieron, sus padres no le dejaron matricularse. Así que esta joven nacida en Venecia se dedicó a cuidar de los suyos y no tuvo más empleo que el de ama de casa.
Sin embargo, se las arregló para estudiar física con los libros de su hermano, conocimientos que aplicaba a lo que tenía más a mano: el agua de fregar los platos. De esta forma, Pockels desarrolló un dispositivo para medir la tensión superficial en sustancias como aceites, grasas, jabones y detergentes. Sus estudios fueron publicados en «Nature», pero el mundo la olvidó por completo y fue Irving Langmuir quien se llevó el Nobel en 1932 por el perfeccionamiento de la idea original de Pockels.
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